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FilosofíaReflexiones

¿Miedo a la muerte?

By 7 December, 2024No Comments

No tengo miedo a la muerte… sino a no estar preparado para morir.

¿Cuál es la diferencia? La primera proposición niega el temor ante la incertidumbre de lo que se siente o deja de sentir al morir. La segunda reconoce que en la vida hay algo más importante que simplemente sobrevivir: un objetivo, una meta, un propósito. Esta distinción, aunque sutil, es crucial.

Todos crecemos escuchando la desesperación o la resignación con que otros, y nosotros mismos, enfrentamos estas preguntas cuando nuestra incapacidad de responderlas nos abruma. Nos enfrentamos al peso de preguntas fundamentales, como: ¿De qué se trata la vida? ¿Vale la pena el esfuerzo? Estas preguntas persisten, incluso cuando tratamos de apaciguarlas en la búsqueda de riqueza, salud o placer. En el fondo, siempre vuelven a emerger, exigiendo una respuesta.

El vacío existencial

Aquí no estamos tratando con preguntas triviales ni con errores categóricos, como preguntar: ¿a qué huelen las matemáticas? No. Las preguntas sobre el propósito y el significado de la existencia son esenciales y no languidecen con el tiempo. ¿Por qué existimos? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Para qué estamos aquí?

Históricamente, hemos buscado refugio en diversas respuestas: la religión, la filosofía, la ciencia, o incluso el entretenimiento. Sin embargo, como ya señalaba Søren Kierkegaard, cada individuo debe enfrentarse personalmente al “vacío existencial”. Kierkegaard describe esta confrontación como el paso necesario hacia la autenticidad, esa vida en la que cada decisión y acción refleja un propósito íntimamente personal1. Por otro lado, Viktor Frankl, en su obra El hombre en busca de sentido (1946), señala que el sufrimiento puede ser soportable siempre que la persona encuentre un propósito que trascienda el dolor.

Ambos autores coinciden en algo esencial: el propósito no es un accesorio de la vida, sino su fundamento. Es lo que da sentido a la existencia y, paradójicamente, también a la muerte.

El propósito nos prepara para morir

Si estar preparado para morir implica encontrar algo por lo cual valga la pena vivir, entonces el propósito se convierte en la piedra angular de la vida. Pero esta conclusión no es simple. Implica rechazar la noción de que la vida, en sí misma, es lo más preciado. En este punto, la lógica nos obliga a una reflexión: si el propósito trasciende la vida, ¿qué lo hace tan valioso?

La lógica nos ayuda aquí. Basándonos en el principio de no contradicción, sabemos que algo no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido. Así, rechazamos la idea de que el propósito sea un mero capricho emocional o un constructo social. En cambio, es un anhelo del ser que busca dar sentido a su experiencia, más allá de sus instintos de supervivencia.

La importancia de la valentía y la reflexión

De ser así, el propósito que anhelamos se define como aquello por lo que estamos preparados para morir o que, mejor dicho, nos prepara para aceptar nuestra muerte, teniendo por menos la vida misma.

Pero para alcanzar tal resolución, me parece que se necesita una buena dosis de valor y reflexión

Valor porque no se puede entregar la vida voluntariamente movido por la cobardía o el temor. 

Reflexión porque para alcanzar tal satisfacción se debe contar con una comprensión que involucra las emociones, la razón y todo lo que involucre la abnegación del ser por completo para imbuir tal sensación de trascendencia.

Es pues el propósito una realidad que cobra virtud a medida que avanzamos en la dirección hacia donde estamos dispuestos a no volver. Permanecer.

La plenitud del ser

Vivir conforme a un propósito no significa controlar todas las circunstancias. Más bien, implica abrazar una orientación hacia aquello que nos hace sentir plenamente vivos. Como decía Viktor Frankl: “Aquello que da luz debe soportar el quemarse.” Esa luz del propósito no se encuentra en la pasividad ni en la resignación, sino en el movimiento activo hacia lo que da sentido a nuestra existencia.

En este proceso, descubrimos que el propósito no es solo una meta lejana, sino una experiencia diaria de satisfacción y trascendencia. Es la valentía de caminar hacia adelante, incluso cuando la dirección contradice las expectativas de otros. Es la capacidad de sentirnos vivos, incluso en medio de las dificultades, porque vivimos conforme a aquello que realmente somos.

Así, estar preparado para morir no significa haber resuelto todas las dudas existenciales. Significa haber encontrado un propósito que trasciende las circunstancias, que da sentido a cada paso y que nos permite vivir plenamente. En última instancia, morir se convierte no en un fin, sino en un destino que nos da descanso tras haber cumplido con aquello que le da identidad a nuestra alma.

  1. Kierkegaard, S. (1844). El concepto de angustia. En esta obra, Kierkegaard explora la angustia como una condición inherente a la existencia humana, vinculándola a la libertad y la responsabilidad personal. También se puede consultar Temor y temblor (1843), donde aborda la fe y la incertidumbre, y La enfermedad mortal (1849), que discute la desesperación y la lucha del individuo con su identidad. ↩︎
Guillermo Cuadra

Desde que nos damos cuenta de que somos seres concientes, pensantes y reflexivos, tenemos la obligación de indagar sobre el por qué y para qué existimos. Si es que tiene sentido la última pregunta.

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