U
n grupo de científicos chinos lleva años tratando de hackear una de las pruebas más vistosas que hay en el campo de las capacidades intelectuales de los animales. La prueba del espejo, desarrollada en la década de 1970 por Gordon Gallup, se basa en un principio muy simple: si un animal se reconoce en el espejo, es que tiene conciencia de sí mismo, de su yo, de su propia existencia. Las crías de humano tardan en pasar esta prueba; otras grandes inteligencias del reino animal la han superado, como chimpancés, elefantes, delfines o urracas. Pero hay muchos animales que fallan este test o que, quizá, pasan de sí mismos delante del espejo, ¿significa eso que no son autoconscientes?
Pero Neng Gong y su equipo del Instituto de Neurociencia de Shanghái no lo tienen tan claro. Y han logrado quebrar las reglas de esta prueba para demostrar que no es la prueba del algodón. ¿Cómo? Enseñando a los macacos a reconocerse en el espejo, una habilidad con la que no cuentan de forma espontánea, quizá porque tienen una distinta percepción del espacio, no de su yo. Los macacos ya han demostrado en otros experimentos que son capaces de usar espejos en pruebas para conseguir premios, usando el reflejo para ayudarse. Eso es un comienzo.
El sistema para ayudar a los monos a mirar su reflejo es mediante láser. Primero lo hicieron con un haz irritante que se proyectaba en su cara mientras se miraban en el espejo. El macaco reconocía la molestia en la cara y la terminaba identificando con la luz que veía: resulta que ese mono que hay en el espejo soy yo y que eso que me pica es el puntito de luz que me recorre el rostro. El entrenamiento duró varias semanas, hasta que los monos tocasen el punto de su cara marcado con el láser aunque ya no provocara ninguna sensación directa.
En la última versión de su experimento, que publican en PNAS, Gong y los suyos han dado un paso más. Esta vez no han enseñado a los macacos con un láser que notan; toda la percepción sensorial sería visual. Les han enseñado a mirar el puntito de luz. Sujetando su rostro ante un espejo, hacían aparecer el puntito de luz y cada vez que lo tocaban con su mano, recibían un premio comestible. Los científicos acercaban más y más el puntito de luz hacia su cara, hasta un punto en que solo el espejo podía decirles dónde estaba. Este proceso fue lento, ya que se obligaba a los monos a ser muy precisos al capturar el punto de luz. Los científicos querían educar su propiocepción, el sentido que nos indica la ubicación exacta de las partes de nuestro cuerpo. Después de muchos ensayos, los monos estaban listos para tocar con exactitud el láser siempre que se posaba en su cara.
La verdadera prueba del algodón llegó cuando los monos empezaron a adoptar posturas complicadas para poder mirarse los genitales en el espejo
Cuando los científicos dejaron de darles comida como premio, los tres macacos instruidos siguieron tocando con precisión el punto señalado en su cara. Más adelante y con libertad de movimientos, cuando les pintaron una marca en el rostro como a la elefanta Happy, se tocaban la señal si les colocaban un espejo delante. La verdadera prueba del algodón llegó cuando empezaron a adoptar posturas complicadas para poder mirarse los genitales en el espejo: esa perspectiva inédita de sí mismos es irresistible y probaba que saben que el mono del espejo son ellos mismos. Parece que también los macacos, como los humanos, usan toda innovación tecnológica para explorar su sexualidad.
Al cabo de unas pocas semanas, estos tres macacos se reconocían sin problemas en el espejo mientras que sus congéneres los siguen ignorando por completo. ¿Acaso unos son conscientes de sí mismo y los demás no? ¿Los científicos les han regalado la noción del yo o solo a jugar con una herramienta nueva?
El fracaso de ciertos animales a la hora de superar esta prueba, concluyen los autores en su estudio, podría atribuirse a la falta de la capacidad de asociación visual de su cuerpo con las imágenes espejo, “en lugar de una ausencia de la autoconciencia corporal”. “Hay muchos otros aspectos de la conciencia de sí mismo, como el uso de los pronombres personales, la empatía y la vergüenza. Todavía se debe aclarar cómo se relaciona el autorreconocimiento en el espejo con estos otros aspectos de la conciencia de sí mismo”. Como explica Gong, hay que encontrar nuevas pruebas que completen el diagnóstico real de si los individuos de una especie animal saben que lo son.
Guillermo Cuadra
guillermo@polimates.org