Digamos que toda la realidad física existe con excepción de los seres conscientes. Los eventos aún tomarían lugar más no habrían mentes que reconozcan tales eventos en relación con la experiencia de sí mismo.
Cuando nuestra mente lucha con la validez de una percepción o concepto, no es porque la realidad sea ambigua, más bien es porque nuestra percepción está limitada a nuestra experiencia en el espacio y suceso de la vasta realidad, significando que, si nuestros sentidos no nos engañan, es decir, son confiables, estamos ante un acceso parcial de la realidad, a través de nuestra percepción del universo y de uno mismo.
No es sorprendente que debido a este fenómeno mencionado, en muchas ocasiones nuestras conclusiones y conceptos son irrelevantes e incluso contradictorios a los de otros, y dado el impacto que produce el hecho de adquirir esta novedad informativa, es lógico adueñarnos y establecer entre los demás aquello que con orgullo poseemos. He aquí la posible razón por la que los dogmas surgen entre los seres humanos.
Obviamente, hay personas que aprenden a no precipitarse sobre sus recientes concepciones y deciden así comparar los detalles con los resultados perceptivos de otros para procurar una coherencia mayor de los hechos experimentados, ya sea en uno mismo o en el exterior de sí. Una vez que hacemos una clara separación entre la realidad y nuestra capacidad de percepción que se intersecan en la calle de la experiencia y el análisis, nos es fácil definir la verdad como aquello que es coherente con los datos que poseemos, basados en el respeto a nuestras limitaciones cognitivas y la confianza de lo que nuestra razón preserva.
Me gustaría aclarar aquello que considero inapropiado para definir la verdad.
FranÇois Lemoyne un pintor francés produjo una pintura en la cual el tiempo salva a la verdad de la falsedad.
Aunque mitológico, considero que tiene mucha relevancia con relación al hecho de que la historia de nuestro conocimiento ha sufrido, o diría más bien, ha gozado de constante refinamiento y avance a manera que somos expuestos a mayores detalles a través de nuestra experiencia. Puede que en el presente sostengamos axiomas que al final serán probados como inexactos cuando nuestro acceso a la realidad aumente a medida que investigamos, reflexionamos e interpretamos los datos que bajo otras condiciones proveerían un resultado distinto o simplemente nuevos datos que darían un giro drástico acerca de nuestros conceptos.
Es evidente que hay una brecha irreconciliable entre las físicas de Aristóteles y las contemporáneas. Por esta razón es apropiado afirmar que el verdadero conocimiento se escribe con lápiz, no lapicero. Decir que el gran enemigo de la verdad ha sido derrotado es como afirmar que nuestros conceptos son indistinguibles de la realidad que al final es el objeto de nuestro estudio y esmero, lo que resulta en absurdo si tan confiado estamos de nuestro conocimiento y proposiciones acerca de un ámbito que no poseemos en su totalidad.
No obstante, el ejercicio persistente de nuestro intelecto en contra de la realidad, ha resultado en un afinamiento cognitivo y apropiamiento de medios que facilitan el acceso a la evidente pero compleja realidad, que supera abismalmente nuestro alcance epistémico.
Dado estos detalles, no es de subestimar el papel que la razón desempeña a la hora de identificar los fenómenos que en contraste con otros, nos lleva a encontrar la línea de separación ontológica de las cosas.
Me atrevo a decir que el Principio de no contradicción es una herramienta eficaz para evaluar la veracidad de un concepto o dato, forzando a revisar lo que se esta pronto a aceptar. En conclusión, la verdad es aquello que no entra en conflicto con la realidad de nuestra experiencia, aunque no es absoluta en sus postulados, si es confiable en sus juicios cuando se considera su coherencia lógica, dando siempre lugar a la humilde tarea de mejoramiento. Decir que la verdad no existe, es negar la verdad de la declaración misma y condena de escepticismo radical.
Decir que la verdad es absoluta, es caer en la soberbia del dogmatismo por no admitir nuestros límites epistémicos. No obstante, acceder a la realidad de manera parcial por causa de nuestra finitud, es ser objetivo en cuanto a la probabilidad de que un dato sea real o no. Esta es la meta de toda disciplina investigativa, acceder en mayor forma posible a la realidad que nuestros sentidos luchan por entender para luego entrelazar la información de manera coherente con todo los datos adquirido y poder predecir resultados que luego consideraremos verdaderos o no verdaderos.
Por Guillermo Cuadra
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